Entrar a la universidad fue una mezcla de emoción y miedo para mí. Sentía que por fin estaba empezando “mi vida adulta”, pero al mismo tiempo, había un montón de cosas que nadie me había explicado. Una de las más importantes: la salud mental.
Cuando llegas, todo es nuevo: los salones, las personas, los horarios, los profes, las materias… y aunque al principio eso puede ser emocionante, también puede volverse abrumador muy rápido. Yo lo viví, y sé que muchos también. Por eso quise escribir esto, para contarte lo que aprendí sobre las afecciones de salud mental más comunes entre quienes estudiamos en la universidad.
Ansiedad: esa presión constante que a veces ni notas
Una de las primeras cosas que noté fue que muchas veces me sentía ansioso sin saber por qué. A veces era por un examen, a veces por no querer fallar, a veces simplemente porque sentía que todo era demasiado. Me enteré después de que no era el único.
La ansiedad se presenta de muchas formas: te cuesta dormir, sientes que te falta el aire, tienes pensamientos negativos una y otra vez, o simplemente te paralizas. Lo complicado es que muchas personas creen que eso es “normal” en la universidad, pero no tiene por qué ser así.
Aprender a manejar la ansiedad ha sido un proceso para mí. Me han ayudado mucho cosas como hacer ejercicio, organizarme mejor y hablar con alguien cuando me siento saturado.
Depresión: más allá de estar triste
Hubo un semestre en el que sentí que nada me emocionaba. Ni las clases, ni mis hobbies, ni las personas. Estaba agotado, aunque durmiera todo el día. Me di cuenta después de que eso tenía nombre: depresión.
Muchos estudiantes pasamos por esto, aunque no siempre lo hablemos. A veces se disfraza como “solo estoy cansado” o “ya se me va a pasar”, pero no siempre se pasa solo.
Ir a terapia fue una de las mejores decisiones que tomé. No fue fácil al principio, pero me ayudó a entender lo que estaba sintiendo y a encontrar formas reales de salir adelante.
El consumo de sustancias: algo de lo que también hay que hablar
Sé que a veces en la universidad se normaliza tomar, fumar o probar cosas “por convivir”. Pero hay una línea muy delgada entre hacerlo por diversión y empezar a depender de eso para sentirte bien, o incluso solo para soportar la semana.
Yo lo vi en algunos amigos, y es doloroso. A veces el consumo se convierte en una forma de escapar del estrés o de la tristeza. Y ahí es donde se vuelve peligroso.
Si estás en esa situación, o si alguien cercano a ti lo está, no te quedes callado. Hay ayuda. Hay opciones. No estás solo.
Otros retos que también pesan
Además de estos tres temas, hay otras cosas que también pueden afectar mucho nuestra salud mental:
- El estrés de los exámenes, entregas, trabajos en equipo (que a veces no son tan equipo).
- El insomnio, que empeora todo lo demás.
- La adaptación: sentirse fuera de lugar, no hacer amigos tan rápido como esperabas, extrañar tu casa…
Créeme, es más común de lo que imaginas.
Lo que me ha servido (y quizá te sirva a ti)
No tengo todas las respuestas, pero estas cosas me han ayudado:
- Hablar, aunque cueste. A veces solo necesitas decir “no estoy bien” para empezar a sentirte mejor.
- Ir a terapia. En serio, es un acto de valentía, no de debilidad.
- Dormir, comer bien, moverme un poco. Parece básico, pero sí hace diferencia.
- Recordar que no tengo que ser perfecto ni tener todo bajo control.
Si vas a empezar la universidad…
Quiero que sepas que está bien si no todo es como lo imaginabas. Está bien si te sientes perdido o cansado o confundido. No significa que estás fallando, solo que estás viviendo un cambio enorme.
Y como todo cambio, toma tiempo. Pero no tienes que atravesarlo solo.
Cuida tu salud mental. Háblalo. Busca apoyo. Tu bienestar vale más que cualquier calificación.